domingo, 13 de noviembre de 2011

No podrá quererlo como yo lo quería, no podrá adorarlo de ese modo, no sabrá advertir hasta el menor de sus dulces movimientos, de aquellos gestos imperceptibles de su cara. Es como si sólo a mí se me hubiera sido concedida la facultad de ver, de conocer el verdadero sabor de sus besos, el color real de sus ojos. Nadie podrá ver nunca lo que yo he visto. Y ella menos que ninguna. Ella, incapaz de amarle, incapaz de verlo verdaderamente, de entenderlo, de respetarlo. Ella no se divertirá con esos tiernos caprichos, como lo hacía yo.

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